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Revista Médica Vozandes
Volumen 31, Número 1, 2020
región ya se habían identicado 141 casos conrmados, un
incremento importante considerando las cifras reportadas por
países europeos (Italia) en el mismo período.
Entre los factores que afectan el desarrollo de una epidemia se
encuentran el grado de respuesta y capacidad de los sistemas
de salud y la densidad demográca del territorio.
(1,2)
Una vez que el virus logra alcanzar la transmisión comunitaria
en EEUU, un país con mayor conectividad con nuestra región,
la epidemia empieza aceleradamente a tener una mayor
presencia en América Latina.
(2)
La escasa infraestructura de los
sistemas de salud de nuestros países, el aún incipiente desarrollo
de la investigación e innovación tecnológica del sector
sanitario, la ausencia de programas ecientes de formación
en recursos humanos que respondan a la demanda actual
en salud, han sido los obstáculos perennes que han impedido
cumplir a cabalidad la estrategia de incrementar la capacidad
de detección temprana del virus y su seguimiento. De esta
forma se pudo evidenciar que, con relación a los países más
afectados de Europa, la epidemia presentaba en la región una
tasa de transmisibilidad más acelerada, sobrepasando todas
las medidas de contingencia inicialmente implementadas.
(1,3)
Discusión
La verdad es que desde el primer momento en que
internacionalmente se identicó el riesgo real de pandemia
por el SARS-COV-2, muchos expertos de la salud pública ya
vaticinaban que América Latina sería la región más afectada
del planeta; es que nuestra región además de ser la región
con mayor grado de desigualdad económica y social del
planeta tierra, tienen en su gran mayoría sistemas de salud
que arrastran vicios estructurales que se asemejan mucho
entre sí. América Latina es la región que menos invierte en
salud pública con relación a su PIB; mayormente sus sistemas
de salud son fragmentados o segmentados en diferentes
esquemas de nanciamiento y prestación de servicios dentro
de los seguros de protección de salud desconectados entre
sí, siendo este el mayor obstáculo para alcanzar un acceso
universal de la salud, en un continente donde alrededor del
30% de la población no puede acceder a ningún tipo de
atención por motivos nancieros y 21% no lo hace por barreras
geográcas de acceso
(1, 4)
. El hecho de no haber dirigido las
políticas públicas a atacar de forma real a los determinantes
sociales de la salud y sus inmensas brechas de desigualdad,
sin mencionar que muchos de nuestros países acarrean una
fuerte tradición centralista, ha provocado que la capacidad
instalada de la red de servicios sanitarios de los países se
concentre en los polos de desarrollo de los mismos, como las
grandes ciudades.
El Ecuador en particular, hace más de una década ha
enfocado el avance de su sistema de salud y de sus políticas
hacia la cuasi exclusiva medicalización de la salud, relegando
en cierto sentido los otros componentes que hacen posible el
desempeño de las funciones esenciales de la salud pública
(como es la vigilancia sanitaria, la promoción de la salud,
la planicación sanitaria, etc.). Si bien ha aumentado la
infraestructura del sistema, ha carecido de una planicación
técnica del avance de la capacidad resolutiva del sistema
según las necesidades de salud territoriales. Lastimosamente
la construcción de establecimientos hospitalarios
no ha venido acompañada de una extensión
ordenada y sinérgica de las redes de servicios en
la atención primaria, que es el nivel que puede
resolver la mayoría de las patologías, que hoy
por hoy abarrotan habitualmente los hospitales
en nuestro país
(4, 5, 6)
.
Este periodo que ha transitado el Ecuador, basado
en relegar las competencias fundamentales
dentro del sistema sanitario con una innegable
intromisión de criterios políticos más que técnicos,
ha provocado una desprofesionalización
progresiva de los funcionarios a cargo de llevar
a cabo estas actividades, lo que ha tenido una
afectación importante en el desempeño de la
gestión de la epidemia en el país (en aspectos
como el correcto levantamiento de cercos
epidemiológicos y su eciente monitoreo, con
la realización de una adecuada trazabilidad
o seguimiento de contagios efectiva del virus,
con transparentar la información desde el
primer momento con reportes que contengan
información técnica a detalle y de actualización
inmediata, con el control eciente de fronteras,
inobservancia que nos podría conducir a que
una vez que el ciclo de primera exposición
llegue a su desenlace, el virus pueda volver
a recircular en diferentes territorios del país,
etc.)
(5)
. La salud pública es por denición
multidisciplinaria, requiere de funcionarios
de carrera que cumplan un perl profesional
acorde, su planicación y fortalecimiento debe
ser constante, cuyos resultados se cimentan con
años de trabajo continuo y de territorio, y que
se ponen a prueba en crisis sanitarias como la
presente; por ende es de suma complejidad
extender la capacidad resolutiva del sistema
en corto tiempo en medio de una crisis sanitaria
sin precedentes modernos, ya sea traducido en
mayor número de camas de hospitalización,
en expandir la oferta de terapia intensiva, o en
un sistema de información que cumpla los más
altos estándares; si no se soporta de un trabajo
previo que haya pavimentado el camino en ese
sentido.
Manteniéndose en esta misma dirección hasta el
momento en el Ecuador las autoridades sanitarias
y muchos de sus operadores aún persisten en
enfocar la gestión de la epidemia sobre todo
en la expansión de la oferta hospitalaria y
de cuidados críticos, sin comprender que la
asistencia sanitaria de tercer nivel es el último
eslabón de abordaje cuando todas las demás
medidas han fallado. Es necesario que la
sociedad en su conjunto deenda la consigna
adecuada, que las epidemias no se las combate
principalmente en los hospitales, sino que se
las confronta y se las vence por sobre todo en
los espacios públicos y en los domicilios de
los ciudadanos, que es donde debe llegar la
epidemiología de campo y la vigilancia sanitaria
comunitaria, que la ciudadanía es cogestora
Valencia Calvo M
SALUD PÚBLICA & COVID-19: ANÁLISIS DE SU SEVERIDAD
EN ECUADOR Y AMÉRICA LATINA